jueves, 29 de noviembre de 2012

Esperando al Secretario Maestro

La especulación es una de las artes más difundidas en nuestros días. No es entonces extraño que tal arte se practique con especial ahínco en sociedades donde la incertidumbre es cosa de todos los días. Así, a unas horas de que entre en funciones el relevo del Poder Ejecutivo en México, los tableros de las apuestas se centran en especular sobre los futuros Secretarios de Estado.

Mientras escribo estas líneas, faltan menos de 24 horas para conocer a quien encabezará la cartera de Educación en los próximos (¿seis?) años. En las columnas políticas y en los debates de la comentocracia suenan nombres muy diversos: Emilio Chuayffet, José Natividad González, Rafael Tovar y de Teresa, Aurelio Nuño Mayer... Hay incluso quienes ven ahí a Rosario Robles.

Lo cierto es que llegue quien llegue, es poco probable que el próximo titular de la Secretaría de Educación Pública sea el humanista educador que tantos anhelan desde hace tiempo. Cada vez que se nombra a un ministro en esta materia, surgen de todos los rincones reclamos de que no se nombre a un experto en educación. Basta sin embargo un vistazo a la lista de quienes han ocupado esa posición desde la creación de la Secretaría de Instrucción Pública, en tiempos de Don Porfirio, para darse cuenta que rara vez hemos tenido un Secretario Maestro o un Secretario Educador.

Por supuesto: tres nombres célebres se citan cada vez que uno necesita descalificar al nuevo secretario en turno: Justo Sierra (nombrado por Díaz en la entonces nueva dependencia), José Vasconcelos (quien ocupara el cargo en tiempos de Obregón) y Torres Bodet (pionero de la alfabetización en nuestro País durante los gobiernos de Ávila Camacho y López Mateos). También es bien valorado el paso de Jesús Reyes Heroles (bajo la sombría presidencia de Miguel de la Madrid). Estos nombres, respaldados sin duda por méritos propios y por sólidas aportaciones a la educación de los mexicanos, imponen siempre una sombra a los políticos y tecnócratas que han desfilado por la fundamental dependencia.

En sentido estricto, si bien ejercieron la docencia, ni siquiera estos célebres personajes tenían en sentido estricto formación docente. Acaso lo más cercano a un Secretario Maestro sea el caso del profesor Moisés Sáenz, quien tuviera un efímero paso por el despacho como "Secretario encargado" en 1928. Sáenz era normalista y su aportación al Sistema Educativo Mexicano no es menor: a él debemos en buena medida la introducción de lo que hoy conocemos como Educación Secundaria (entonces Segunda Enseñanza), además de un significativo impulso a programas indigenistas.

Nada nuevo digo afirmando que el problema educativo en México es grave y merece intervención urgente. ¿Qué perfil debe tener quien encabece semejante esfuerzo? Sin duda se agradecería alguien con experiencia probada en el ámbito educativo. Pero es evidente que tal cosa no es suficiente. Y quizá ni siquiera sea necesaria. Nos guste o no, transformar las estructuras putrefactas que sostienen nuestro sistema educativo, exige en primer lugar gestión política, negociación, mano firme, claridad de miras.  Pienso en los maestros que considero ideales para las aulas hoy en nuestro complejo contexto: maestros que, con o sin formación docente, son capaces de recuperar lo mejor de la "vieja escuela" a la vez que se mantienen abiertos a la innovación y son sensibles a las necesidades de un futuro que se nos hizo presente sin que estuviéramos suficientemente alertas. Un maestro así me gustaría ver en la Secretaría de Educación Pública, sin importar en qué campo esté titulado.

Adenda. No mencioné el caso de un normalista que encabezó la SEP: José Ángel Pescador fue brevemente secretario de Salinas, sustituyendo a Zedillo cuando éste dejó el cargo en 1994 para ir a la campaña presidencial.

martes, 27 de noviembre de 2012

El rol del docente y el uso de la tecnología


Es frecuente escuchar en diferentes ámbitos, voces denunciando que al docente se le exigen demasiadas cosas. Si bien puede haber algo de cierto, también tengo la impresión de que la docencia es algo que se resiste con mucha frecuencia a la innovación. Al ser la Escuela una de las instituciones encargadas de transmitir la cultura y valores de una sociedad, parece que el afán de perpetuar ciertas cosas nos lleva a resistirnos a muchos cambios. Sonará a lugar común, pero tengo la impresión de que mientras el mundo cambia —y con cualquier actividad o profesión— la docencia con frecuencia insiste en la resistencia.

En la sociedad del conocimiento, creo que el rol del docente debería ser muy distinto al de la sociedad industrial; pienso que el docente debe ser hoy un generador de contenidos, un generador de materiales, un diseñador de experiencias. Para ello, necesita seguramente el soporte de dispositivos y herramientas tecnológicas a través de las cuales  contribuir a la construcción de aprendizaje de los alumnos.

Lamentablemente, me parece común que se vea esa idea como una carga más de trabajo, lo cual se traduce en resistencia a ser  nosotros los generadores de las experiencias que habrán de ayudar a formar a los alumnos. Existen hoy tantas propuestas que nos ofrecen planeaciones anuales, semanales y diarias pre-cargadas en cuadernillos, tabletas y sitios web, que se supone no deberíamos preocuparnos más que por administrar esos contenidos. ¿Es ese el gran cambio de rol del docente?

Con frecuencia escucho que se dice que los maestros se resisten a aceptar cambios tecnológicos. A algunos quizá sí les sucede, pero hoy yo veo más bien lo contrario: nos gusta usar la tecnología, pero solo como administradores de contenidos, no como generadores de los mismos. 

En pocas líneas quizá estoy soltando quizá demasiadas ideas. Mi intención es invitarles a compartir ideas sobre esta evolución de nuestro rol. ¿Qué tan importante es esto de usar tecnologías? ¿Qué implica hoy generar experiencias de aprendizaje? ¿Cómo convencernos de la necesidad de comprometernos más con ese diseño y no ser solo reproductores de lo que diseñan otros para nosotros? ¿Qué implica para un equipo docente ser generador de contenidos y no solo gestor o administrador de un programa? Dejo las ideas aquí por si alguno quiere sumar reflexiones y propuestas al respecto.

Nota: Este texto surge a partir de una comunidad de indagación docente en el colegio donde trabajo. Me pareció pertinente compartirlo aquí y con los amigos de SMCMX-Educación, como un intento de ampliar la comunidad de reflexión al respecto.