martes, 16 de abril de 2013

¿Que un examen (o la escuela) decida tu destino?

En unos cuantos minutos, las voces detrás de la voz de este chico sintetizan bien una dimensión del problema educativo que enfrentamos hoy. Cada vez circulan con más intensidad estas ideas que rechazan la escuela pero se declaran en favor de la educación. Ya varios filósofos han explorado la cuestión, con poco éxito en el escenario global, pero sembrando interrogantes en algunos educadores. Escuela y exámenes ciertamente dominan hoy parte del discurso en una antinomia que pocos parecen identificar, pues promueven el desarrollo del individuo a partir de una estandarización poco racional. No digo que comparta por completo lo que se afirma en este video, pero reconozco que se suma a mis reflexiones y me obliga a cuestionar con mayor dureza lo que estamos haciendo hoy en las escuelas. ¿Se entiende porque con tanta frecuencia despierto convencido de la urgente necesidad de derribarlas?

jueves, 4 de abril de 2013

La educación está de moda

La expresión exige matices, sin duda. En cierta manera, en la agenda política de cualquier gobierno, el tema educativo ha sido, es y será sin duda uno de los favoritos. Reconocer el valor de la educación genera consensos en cualquier lado, al menos en principio. Naturalmente las diferencias se dan en la manera de enfrentar el tema, pero en términos generales, hablar de la necesidad de mejorar la educación, es inevitable y ayuda a ganar algunos aplausos. O, ¿acaso alguien podría salir a decir que la educación no es un tema importante o que no merece un lugar prioritario en la agenda pública?

Sin embargo, hoy la presencia del tema es peculiarmente destacada. La administración de Peña Nieto ha convertido a la educación en una de sus banderas fundamentales —aprovechando, por supuesto, el terreno que le prepararon durante varios meses algunos medios y grupos empresariales, fortaleciendo en la opinión pública las principales evidencias de nuestro fracaso educativo—. No pretendo en modo alguno insinuar que sea inmerecido el lugar que está dándose a la educación en este momento. Por el contrario, reconozco que esta coyuntura debería servirnos para pensar el tema en serio, y no permanecer pasivos ante lo que puede ser un momento determinante para el futuro próximo de nuestro sistema educativo.

Quizá por eso me enfurece la banalidad con la que se está tratando hoy el tema, a grado tal que la propaganda oficial celebre que a cien días de gobierno "ya has visto avances en educación". Lo más triste es que si el anuncio lo dice, millones lo creen. Mucha gente piensa que se ha dado ya una "reforma educativa" en México, cuando apenas hemos dado el paso de hacer algunas modificaciones al artículo tercero constitucional. Minucias de la semántica, dirán algunos, pero en esas minucias nos jugamos el futuro: no hemos comenzado a discutir con seriedad las reformas a las leyes secundarias, pero nos aseguran que las cosas ya han cambiado.

Acusar y detener a Elba Esther Gordillo, ¿es una señal de que el sistema educativo mexicano ha iniciado una transformación de fondo para mejorar? ¿Es una señal real de que el Gobierno Federal combatirá la corrupción hasta las últimas consecuencias? Para cualquiera que dedique una dosis extra de neuronas a reflexionar el asunto, es evidente que ninguna de las dos cosas se deriva de la celebrada detención. Cierto: se generan condiciones para realizar cambios. Lo que sigue es actuar en consecuencia.

Al día de hoy, no está claro por dónde se pretende aterrizar el nuevo mandato constitucional de la evaluación universal de maestros. En un discurso pletórico de lugares comunes, el Presidente de la República afirmó ayer en Veracruz, por enésima vez, que "llevaremos adelante la transformación educativa que exigen y merecen los mexicanos". Nuestro futuro, aseguró, "depende de lograr una educación de calidad para todos: que sea incluyente, integral, pertinente y relevante". ¿Alguien en su sano juicio lo duda? Y, sin embargo, ¿compartimos una visión nacional de lo que significa cada uno de esos adjetivos que damos a la "educación de calidad"?

La evaluación de maestros es a todas luces uno de los temas que ha desatado las reacciones más ruidosas. Y mientras líderes sindicales negocian —algunos por la buena, otros por la mala— las implicaciones de lo que se ha dado en llamar la "evaluación con consecuencias", poco se ha dicho sobre el problema de fondo: ¿cómo garantizar la formación adecuada de los docentes y asegurar la cobertura de la demanda? Es un problema de aritmética fundamental que, a mi juicio, no ha sido suficientemente discutido.

Pero, claro, ¿por qué perder tiempo escarbando hasta el fondo, cuando ofreciendo computadoras podremos "superar los retos" del país en materia de educación? La licitación publicada en marzo —con el expediente 358218— para comprar 240,000 computadoras portátiles que irían a dar a manos de niños de 5º y 6º de Primaria el próximo ciclo escolar, recoge una serie de fragmentos e ideas al más puro estilo copiar-y-pegar de los estudiantes universitarios, para justificar la brillante idea que, presumen muchos, ayudará al fin a reducir la brecha digital en el país. Claro, no se dice claramente que esta primera etapa beneficiará solo a estudiantes en Colima, Sonora y Tabasco; ya después habrá oportunidad de ir a los detalles, supongo.

No es mi intención descalificar a priori las iniciativas propuestas por las autoridades educativas, pero sí creo que disponemos de evidencias e información suficiente para emitir juicios al respecto. Durante cerca de tres lustros me he dedicado prácticamente por entero a la educación. Conozco muchas escuelas, tanto públicas como privadas, y he tenido oportunidad de conocer en forma directa la experiencia de decenas —quizá cientos— de maestras y maestros en diferentes entidades de la República, en el ámbito urbano y en entornos rurales, trabajando con niños ricos y con niños en condiciones de auténtica marginación. Como muchos de los que leen esto, he visto directamente las condiciones lamentables en que se encuentran muchas escuelas en el país y he sido testigo de la labor comprometida de sus docentes. Quizá por eso lo que veo y escucho en estos días sobre el tema me enfurece tanto.

¿Qué hacer? Dice Enrique Peña que cerca de cien mil mexicanos han aportado ideas en las consultas en línea y en los foros que se realizan para armar el Plan Nacional de Desarrollo. Como si el mentado Plan no estuviera ya listo. Es claro que el camino está trazado, aunque naturalmente existen imponderables que impiden saber cuál será el destino. En esos imponderables, imagino la posibilidad de la denuncia, de generar conciencia más allá de lo que dicten las políticas públicas. Como lo he dicho ante los docentes que he tenido el privilegio de tener como asistentes en algún curso o taller, las verdaderas reformas se construyen desde abajo, y en las aulas tenemos trincheras suficientes para intervenir y transformar. Necesitamos aliados en nuestras comunidades: lograr un contrapeso ante el discurso que pretende convencernos de una ficción que, lejos de mejorar las cosas, podría conducirnos a la ruina.

En mi trinchera más inmediata, tengo mucho trabajo por hacer. Pero nunca ha sido mi afán limitarme a ello. Por eso recupero este espacio, con la intención de generar diálogos, de provocar ideas, de aportar elementos para una valoración más equilibrada de lo que sucede en materia educativa... Con la intención de crear conciencia.

En esas andamos. Para las próximas entradas me propongo algunas reflexiones sobre la evaluación universal de los maestros y ahondar un poco en mi escepticismo ante la propuesta de abastecimiento de computadoras portátiles. No descarto, sin embargo, que otros temas se atraviesen en el camino. Entre tanto, procuraré compartir —como en el origen de este espacio—, reseñas de materiales que de pronto se ponen en mi camino.