Hará cosa de un mes que me topé en la librería con una auténtica ganga: Apologías y rechazos, del argentino Ernesto Sabato. Se trata de una colección de breves textos publicados en revistas y periódicos en la década de 1970. En el 79 Sabato los reunió a petición de sus allegados. Y cuarenta años después se me aparecieron en las manos. Lo más sorprendente de todo, es la frescura y la vigencia de las palabras de su autor en ensayos como "Educación y crisis del hombre", donde escribe:
«No es pues descabellado ni utópico sostener que aun dentro de esta misma civilización en crisis pueden irse forjando los instrumentos que permitan reemplazarla por una sociedad mejor. [...] La nueva escuela debería ser un microcosmos en que el niño se preparase para una auténtica comunidad, la que supere esa antítesis en que hasta hoy nos debatimos: o un individualismo que ignora a la sociedad o un comunismo que ignora al hombre.»
Ninguno de los ensayos tiene desperdicio, pero dos resultan particularmente entrañables y oportunos en tiempos de transición como los que vivimos. Me refiero a los dos textos biográficos del volumen: "El desconocido Da Vinci" y "Pedro Henríquez Ureña". En ambos, Sabato explora las dimensiones racional y sensible del ser humano, reflexiones que vienen a dedo cuando no terminamos de comprender que somos sujetos sujetos multidimensionales, bastante más complejos de lo que creemos.