viernes, 8 de abril de 2011

Cambiando paradigmas

A raíz de mi publicación acerca de la pertinencia de la escuela en el siglo XXI, esta semana recordé uno de los materiales que sin duda contribuyó hace unos meses a que estas manías mías germinaran en la cabeza. Aquí les dejo a Sir Ken Robinson desarrollando algunas ideas relacionadas con esto.


domingo, 3 de abril de 2011

Tecnología, redes sociales y educación

Siguiendo con la racha de inspiración (o con la incontinencia verbal) que me invadió este fin de semana, acabo de publicar mi primer artículo para el Blog de Educación de Social Media Club México.

La reflexión que propongo pretende ser un punto de partida para extender después el análisis y, sobre todo, aspira a ayudar a concretar iniciativas que permitan una auténtica transformación del modo en que pensamos y hacemos la educación hoy en las aulas.

El texto se titula "Para pensar el papel de la tecnología y las redes sociales en las aulas". Agradezco los comentarios que quieran regalarme para extender el debate y la reflexión.

sábado, 2 de abril de 2011

Derribar las escuelas

En unos meses cumpliré doce años dedicándome profesionalmente la educación. Y todo indica que llegaré a ese aniversario más lleno de crisis y preguntas que con luces y claridad al respecto. En cierto modo esta incertidumbre pedagógica me ha acompañado durante los doce años de referencia, aunque sin duda se ha acentuado claramente en los últimos tres o cuatro.

Hoy, la interrogante que rige en mi mente y de alguna manera se filtra en todas mis acciones y pensamientos ligados a la educación se podría resumir en una pregunta: ¿tiene la escuela posibilidades de sobrevivir como la institución que la sociedad ha elegido para formalmente preparar a sus ciudadanos?

Lo digo rápido y por lo tanto asumo que al decirlo puedo ser malinterpretado. Aspiro pues a arrojar solo algunas reflexiones que no pretenden explicar o resolver mis dilemas, sino acaso orientar mi propio debate interior y quizá, con un poco de suerte, complementar mis divagaciones en diálogo con otros.

Conviene quizá comenzar dejando en claro que la escuela como la conocemos hoy no ha sido siempre la institución encargada de preparar a los más jóvenes para el mundo de los adultos. La escuela moderna es una institución de creación relativamente reciente y poco tiene que ver en el fondo con las escuelas o centros de preparación que han existido históricamente en diferentes sociedades. Pero no es solo que la escuela —incluso la escuela moderna— haya cambiado. Han evolucionado también otras instituciones sociales que se relacionan con ella y que en cierto modo colaboran con ella en el logro de sus fines.

Quienes nos dedicamos profesionalmente a la educación, remitimos con frecuencia —a veces, creo, con una excesiva nostalgia por la tradición— al papel de la familia en la formación de los miembros más jóvenes de una comunidad. La familia es, no lo niego, el primer bastión en ese proceso de preparación para la vida. Sin embargo, al ser una institución no formal o carente de una caracterización normativa venida de fuera, su papel en la formación de las personas no está sujeta a reglas absolutas e inamovibles ni a procesos únicos y estandarizados.

Con una frecuencia que raya en lo incómodo, los que estamos en la trinchera de la escuela nos quejamos amargamente del modo en que la familia ha renunciado a sus funciones delegándolas en nosotros. Quizá sí… pero quizá no tanto. En comunidades más cercanas a la tradición y relativamente alejadas de algunos procesos de la modernidad, la mancuerna familia-escuela sobrevive con razonable funcionalidad. (Funcionalidad meramente local, lo admito, pues la función educativa no siempre logra en esos contextos preparar a sus habitantes para el mundo interconectado que, aunque les resulte desconocido a algunos, termina determinando mucho de su realidad.)

El problema sin embargo es muy distinto en las sociedades abiertas y globalizadas. Es ahí donde el binomio formador familia-escuela se ha roto. Y la tragedia se profundiza cuando nos limitamos a mirarnos unos a otros con recelo, responsabilizándonos mutuamente de lo poco que estamos logrando por falta de colaboración.

¿Qué estamos haciendo para reformular de raíz el papel que nos toca a todos? ¿Es suficiente esa antigua mancuerna? ¿No ha sido ampliamente rebasada, gritando a los cuatro vientos que se requiere otro tipo de instituciones y mecanismos, capaces de integrar la compleja gama de funciones que el mundo está demandando de sus miembros?

Creo firmemente que la escuela como institución ha alcanzado su límite. Quizá quienes trabajamos en esa trinchera, deberíamos empezar a diseñar nuevas ideas. Se acerca el día en que derribaremos las aulas para construir algo nuevo. No sé cómo vaya a llamarse, pero es cada día más urgente.

[He volcado aquí algunas ideas personales quizá un poco a la carrera, pero me hacía falta. Estoy seguro de que mucho habrá escrito y publicad ahí afuera al respecto, firmado por plumas de alta credibilidad y resonancia en el mundo de la intelectualidad y la academia. Un mundo que debería con urgencia fusionar sus energías con las de millones de maestras y maestros en el mundo para juntos refundar las instituciones educativas. Ese es mi sueño.]