Hace cinco años tuve la extraordinaria oportunidad de visitar Reggio Emilia, una municipalidad en el norte de Italia caracterizada, entre otras cosas, por un poderoso sentido de comunidad. Este sentimiento se ve claramente reforzado por su sistema de educación infantil, que sigue la filosofía del pedagogo Loris Malaguzzi. La estancia en Reggio, la oportunidad de conocer algunos de sus “nidos”, explorar su forma de trabajar y escuchar a algunos de sus teóricos e impulsores, cambió en forma definitiva mi modo de plantarme ante el hecho educativo. Desde entonces, mis históricas divagaciones pedagógicas comenzaron a encontrar nuevas salidas y, sobre todo, comencé a cuestionarme con más seriedad mis propios paradigmas educativos, esos que me configuraron y sobre los que me he venido construyendo.
Todo esto ha vuelto a mi mente esta mañana mientras escuchaba a Peter Moss, investigador de la Universidad de Londres que impartió en México este viernes una conferencia sobre la necesidad de re–pensar la educación. Según ha relatado el mismo Peter, en 1989 —como en mi caso en 2004— visitar Reggio marcó un parteaguas en su historia como especialista en educación infantil.
Las reflexiones compartidas por el académico inglés han dado para mucho, partiendo de un planteamiento que —de tan frecuente— parece sencillo: la necesidad de transformar la educación. Mientras avanzaba la jornada, ere evidente que cada miembro de la audiencia reforzaba las ideas con las que había llegado: unos, convencidos de la necesidad de producir cambios radicales en la educación y dispuestos a seguir produciendo pequeñas revoluciones en sus ámbitos de influencia; otros, coincidiendo con elementos del diagnóstico, pero escépticos en los planteamientos formales, aferrados a recuperar una educación “tradicional” —que a algunos nos parece cada día parece menos viable—. Quizá algunos se hayan quedado en medio: entusiasmados a ratos con las posibilidad de cambiar, pero temerosos al momento de imaginar caminos y, por tanto, incapaces de darse la oportunidad de poner a prueba algunas provocaciones.
Más allá de las doscientas personas que escuchábamos al Dr. Moss, si pienso en el universo de mujeres y hombres que hoy tenemos en nuestras manos la titánica tarea de educar —desde el sistema educativo formal—, me parece que entre los escépticos y los temerosos reuniríamos una significativa mayoría. Y así, los revolucionarios —nada nuevo, cierto— siguen siendo los menos. Pero, al mismo tiempo, son ellos los que abren el camino hacia la tierra en la que se moverán los incrédulos y los miedosos del futuro.
Para los interesados en la propuesta de Reggio Emilia, recomiendo el sitio desarrollado por Reggio Childeren.Peter Moss vino a México invitado por Nuestra Infancia, una organización con sede en Monterrey, parte del Colegio Constructivista Descubridores, de la capital regiomontana.