En diversas direcciones y a partir de distintos pretextos o diagnósticos, la constante es la inminente necesidad de un cambio. ¿Hacia dónde? Ahí los caminos se dividen, las alternativas se diversifican. Parece innegable que la escuela que tenemos hoy, el modelo de educación con el que venimos trabajando, se ha agotado. O al menos resulta claramente insuficiente.
Las conferencias de la Semana ORT 2009 a las que tuve oportunidad de asistir, pusieron sobre la mesa algunas reflexiones sobre distintos ámbitos en los que esta transformación debería operar. Pero, en todos los casos, es evidente que no existen las recetas mágicas. Curiosamente, los mismos maestros que cuando somos cuestionados sobre diversos temas nos negamos a ofrecer manuales para la solución de los problemas que se nos plantean, aquí parecíamos exigir esas mismas soluciones instantáneas. Y, ya por demagogia, ya por ignorancia, o ya por absoluta congruencia, los ponentes dejaron claro que no cuentan con semejantes respuestas.
Lo cierto es que cada ponencia funcionó como un oportuno detonador para reflexionar en alguna dirección y explorar posibilidades. La educación financiera, el uso de la tecnología, el impacto de una globalización carente de proyecto, el papel de la diversidad, las paradojas de la educación en valores... Si bien los asistentes no salimos necesariamente con trayectos marcados, tuvimos oportunidad de vislumbrar una que otra chispa, uno que otro hilo para comenzar a desmenuzar y tejer.
Gordon Dryden presentó sus claves para "desbloquear" lo que llama la nueva revolución del aprendizaje, regida por los impactos y retos de la Web 2.0. Estas ideas aparecen en su más reciente libro,
Unlimited. Sus planteamientos fundamentales pueden revisarse
aquí. Como es de esperarse, caí y compré el dichoso libro, que ya está en mi lista de espera. Una vez que me enfrente a él, seguramente volveré aquí con algunas divagaciones al respecto.
Arturo Cherbowski y Moisés Salinas protagonizaron un interesante mano a mano, debatiendo a partir de algunos clichés o lugares comunes que solemos escuchar acerca de la llamada "educación en valores". Por momentos más identificado con uno que con otros, con ambos llegué a coincidir, aunque también con los dos identifico importantes discrepancias. Quizá lo más rico del ejercicio fue comprobar cómo el diálogo es clave en la generación de conocimiento; una herramienta fundamental cuando se trata de construir.
Entre mis anotaciones para exploraciones futuras recupero, por ejemplo, la posibilidad planteada por Cherbowski de identificar como función del docente —en el ámbito de los valores— el plantear a los estudiantes la complejidad de los sistemas morales del mundo en que vivimos, o el llamado de alerta lanzado por Salinas para reconocer que los modelos de enseñanza que utilizamos llevan implícitos ciertos valores, que no conviene pasar por alto.
Las cerezas del paste fueron sin duda las charlas de los dos premios Nobel de la Paz, Frederick W. de Klerk y Lech Walesa, ex-presidentes de Sudáfrica y Polonia, respectivamente, que jugaron en su momento papeles fundamentales para la transformación del mundo que hoy habitamos. El primero, pieza clave en la desaparición de las medidas relacionadas con el apartheid; el segundo, detonador en el proceso de derrumbamiento del bloque comunista.
De Klerk exploró con la audiencia el tema de la diversidad, compartiendo con su extraordinario carisma la experiencia sudafricana y el papel esencial que jugó el tema educativo en el proceso —aún inconcluso en ciertos aspectos— de establecimiento de un sistema más equitativo en su patria. Por su parte, Walesa, con serenidad y contundencia, nos invitó a reflexionar sobre la falta de un contrapeso al capitalismo desenfrenado que nos rige y llamó la atención sobre las posibilidades de un mundo globalizado que aún no define su proyecto ni las estructuras sobre las que ha de moverse, dejando claro que en su perspectiva es necesario un modelo trazado sobre una base solidaria regida por un núcleo esencial de valores compartidos, en la que cada individuo es responsable de sus actos y responsable de los demás, con quienes tiene un compromiso y a quienes no puede engañar.
En fin, tres tardes que constituyeron un pequeño oasis en el ir y venir de unos días de intenso ajetreo. Tres tardes para recuperar reflexiones que andaban un tanto abandonada, para interrogarse sobre ideas defendidas o criticadas en otros tiempos, para seguir explorando esta apasionante labor de educar.