Nunca cuestionaría yo los motivos que oficialmente dieron origen a la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares, popularmente conocida como ENLACE. Desde que apareció, en 2006, no tuve claro qué se habían tomado más en serio: si el diseño mismo de la prueba o la necesidad de lograr un acrónimo tan redondo para nombrarla.
Insisto: los motivos no eran solo legítimos, sino urgentes. El principal: elevar los niveles de logro en el aprendizaje de los estudiantes. El problema no fue solo que la prueba nació deforme y mal planteada, sino que jamás se implementaron verdaderas estrategias en las bases y estructuras del sistema educativo para que la prueba tuviera algún sentido.
Cierto que los instrumentos de ENLACE tuvieron mejorías con el paso de los años, pero nunca dejó de ser una prueba que medía conocimientos, la mayoría de ellos en el marco de una tradición de aprendizajes que en gran parte del mundo ha sido ampliamente superada. ENLACE pretendía contribuir a mejorar los resultados de nuestros adolescentes en la conocida prueba PISA de la OCDE, sin embargo esta última mide algo totalmente distinto: competencias lingüísticas, matemáticas y científicas que van mucho más allá de unos cuantos saberes técnicos o mecánicos. ¿Qué mejor evidencia del fracaso de ENLACE en este objetivo, que el más reciente informe PISA, donde México hace gala de un profundo estancamiento a lo largo de más de una década?
Durante 8 años he debatido con amigos sobre la excesiva importancia que a mi juicio la gente otorga a los resultados de ENLACE. He discutido con colegas que presumen que sus niños, sus grupos o sus escuelas están entre los mejor ubicados en una lista o ranking que oficialmente ya no existe y que aunque se construya con los datos de la propia SEP, nunca serán suficientemente legítimos ni comparables.
Durante mucho tiempo —y especialmente en los últimos 5 años— he intentado explicar a padres de familia de mis alumnos por qué nuestro Colegio no estuvo ni pretendió estar nunca en los mejores puntajes de la ahora extinta prueba. A mi juicio, dedicar energía a lograr escalar en una medición tan mal planteada, no es sino pérdida de tiempo y recursos. Los aceptables resultados promedio de los alumnos del Colegio que dirijo, no me han avergonzado jamás; por el contrario, celebro que lo que han logrado es producto natural de trabajar en otra dirección: el pensamiento complejo, el razonamiento verbal, matemático, científico y filosófico que en el futuro les permitirá tomar decisiones autónomas y enfrentar los retos del mundo con suficientes herramientas.
La buena noticia es que ENLACE desaparece para 2014. Lástima por los millones de pesos tirados a la basura y, sobre todo, por las largas horas que millones de niños en el país dedicaron entrenándose para una prueba con la que sus maestros y escuelas se jugaban recursos públicos o con la que los directivos de colegios privados armaban lamentables estrategias de mercadotecnia.
La mala noticia, es que nada nos garantiza que la prueba que venga a sustituir a ENLACE corregirá ese rumbo. Por supuesto, deseo firmemente que así sea. Soy escéptico por motivos políticos y pedagógicos. Entre los primeros, porque no he visto en ninguna de las iniciativas de la Reforma Educativa una auténtica convicción de querer mejorar la educación; por el contrario, encuentro en la política educativa de este sexenio una obsesión por la dimensión sindical y laboral, que no pasa realmente por la manera en que se enseña y se aprende en este país.
En cuanto a mis motivos pedagógicos, el central es mi firme creencia en la incompatibilidad profunda entre la educación auténtica y la evaluación estandarizada. Me queda claro que esta última es necesaria en el mundo que tenemos. Y, precisamente por eso, creo que no encaja con una educación que debería estar orientada a transformar ese mundo de raíz.
Por el momento, me queda esperar y en su momento decidir cómo trabajaremos con lo que nos pongan enfrente.
Un espacio para compartir ideas y reflexiones... Para generar posibilidades... Para explorar, descubrir y crecer... Para acercarnos y juntos llevar más lejos nuestra apasionante labor educativa...
viernes, 20 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
Un nuevo acto en nuestra tragedia educativa
La tragedia educativa de México regresa a los titulares como cada 3 años, a propósito de la publicación de los resultados de PISA. Como cada 3 años, asistimos a un nuevo acto en el que muchos se lamentan por los paupérrimos indicadores que otros celebran como parte del consistente avance de nuestros sistema educativo. Y, como cada 3 años, lejos de entrar al análisis profundo de las causas de nuestro rezago, medios y ciudadanos se concentran en buscar culpables y pasar facturas. Para colmo de males, el calendario de la OCDE para la aplicación de su prueba estrella en materia educativa, coincide con nuestro calendario de elecciones federales, facilitando que unos y otros se señalen y pocos se pongan a trabajar.
Revisando hace unos minutos las metas que el gobierno mexicano se había puesto para la aplicación de PISA 2012, encuentro que los malos resultados están (casi) a la altura de lo planeado. Claro: las metas formuladas eran congruentes con la estadística previa, a tal grado que uno esperaría se alcanzaran casi por inercia. Y ni así. En lectura descendimos un punto y nos colocamos 11 atrás de la mediocre meta de 435 que nos habíamos propuesto. Pese a la manera en que algunos han interpretado los números, en Matemáticas retrocedimos 6 puntos y nos quedamos 22 por debajo de la misma meta. (Ocurre que 2003 fue la última vez que la PISA había puesto énfasis en Matemáticas, por eso hoy muchos dicen que "aumentamos de 385 a 435").
Siguiendo la tradición de cada 3 años, es momento de preguntarnos —otra vez— sobre las causas y las políticas que podrían hacer que nuestros niveles mejoren.
Al margen de las imperfecciones y algunos aspectos discutibles de PISA, el estancamiento del país en esta prueba demuestra que ENLACE ha sido una prueba inútil hasta ahora. Por más mejoras que se han hecho a la prueba ENLACE, sigue siendo un examen muy limitado cuya lógica de operación favorece la simulación, insertando a las escuelas en una lógica de competitividad mal entendida, en la que los resultados numéricos son más importantes que los aprendizajes reales. Como Director de una escuela, cada año cuando se publican los resultados de ENLACE, recibo muchos comentarios de padres de familia con inquietudes sobre nuestros "resultados". Los entiendo: los medios locales adoran elaborar listas para decir quiénes son los mejores y quiénes los patitas feos. Pocos se involucran con el contenido de la prueba y con los aspectos que auténticamente mide o con las prácticas de simulación que esta prueba premia. ¿Significa esto que ENLACE no sirve para nada? ¡No! Significa que nos sirve para lo que nos han dicho y no mide lo que nos dicen que mide.
Lo más dramático, es que la coyuntura que atraviesa México es ideal para negarnos a cualquier posibilidad de análisis profundo del problema, y celebrar que la reciente "reforma educativa" —a la que no me cansaré de entrecomillar— vendrá a resolver las cosas. Basta escuchar la propaganda con la que alegremente nos bombardea el gobierno federal, para convencerse de las bondades de la "reforma", a grado tal que oponerse a ella es casi sinónimo de ser un enemigo de la educación.
Para muestra este botón, en el que una madre de familia presenta un silogismo formidable:
Y es que, bajo esos supuestos, ¿quién no estaría con la reforma? El problema es que ese condicional ("Si la reforma educativa nos dará..."), es tan poderoso como cualquier otro ("Si mi abuelita tuviera ruedas..."). La cuestión es: ¿realmente la "reforma" establece términos y condiciones que garanticen todos esos resultados? Yo me la he leído al derecho y al revés y sigo sin encontrar cómo.
Revisando hace unos minutos las metas que el gobierno mexicano se había puesto para la aplicación de PISA 2012, encuentro que los malos resultados están (casi) a la altura de lo planeado. Claro: las metas formuladas eran congruentes con la estadística previa, a tal grado que uno esperaría se alcanzaran casi por inercia. Y ni así. En lectura descendimos un punto y nos colocamos 11 atrás de la mediocre meta de 435 que nos habíamos propuesto. Pese a la manera en que algunos han interpretado los números, en Matemáticas retrocedimos 6 puntos y nos quedamos 22 por debajo de la misma meta. (Ocurre que 2003 fue la última vez que la PISA había puesto énfasis en Matemáticas, por eso hoy muchos dicen que "aumentamos de 385 a 435").
Fuente: http://www.pisa.sep.gob.mx/pisa_en_mexico.html Consultado el 3/12/2013 |
Siguiendo la tradición de cada 3 años, es momento de preguntarnos —otra vez— sobre las causas y las políticas que podrían hacer que nuestros niveles mejoren.
Al margen de las imperfecciones y algunos aspectos discutibles de PISA, el estancamiento del país en esta prueba demuestra que ENLACE ha sido una prueba inútil hasta ahora. Por más mejoras que se han hecho a la prueba ENLACE, sigue siendo un examen muy limitado cuya lógica de operación favorece la simulación, insertando a las escuelas en una lógica de competitividad mal entendida, en la que los resultados numéricos son más importantes que los aprendizajes reales. Como Director de una escuela, cada año cuando se publican los resultados de ENLACE, recibo muchos comentarios de padres de familia con inquietudes sobre nuestros "resultados". Los entiendo: los medios locales adoran elaborar listas para decir quiénes son los mejores y quiénes los patitas feos. Pocos se involucran con el contenido de la prueba y con los aspectos que auténticamente mide o con las prácticas de simulación que esta prueba premia. ¿Significa esto que ENLACE no sirve para nada? ¡No! Significa que nos sirve para lo que nos han dicho y no mide lo que nos dicen que mide.
Lo más dramático, es que la coyuntura que atraviesa México es ideal para negarnos a cualquier posibilidad de análisis profundo del problema, y celebrar que la reciente "reforma educativa" —a la que no me cansaré de entrecomillar— vendrá a resolver las cosas. Basta escuchar la propaganda con la que alegremente nos bombardea el gobierno federal, para convencerse de las bondades de la "reforma", a grado tal que oponerse a ella es casi sinónimo de ser un enemigo de la educación.
Para muestra este botón, en el que una madre de familia presenta un silogismo formidable:
"Si la reforma educativa nos dará como beneficio el tener mejores maestros, mejores instalaciones, condiciones de educación (sic), maestros contentos, maestros dedicados, estoy con la reforma."
Y es que, bajo esos supuestos, ¿quién no estaría con la reforma? El problema es que ese condicional ("Si la reforma educativa nos dará..."), es tan poderoso como cualquier otro ("Si mi abuelita tuviera ruedas..."). La cuestión es: ¿realmente la "reforma" establece términos y condiciones que garanticen todos esos resultados? Yo me la he leído al derecho y al revés y sigo sin encontrar cómo.
Creo que nadie en su sano juicio podría declararse en contra de la calidad en educación. Sin embargo, cada vez que escucho en el radio a este maestro de historia, me empieza un dolor en el alma y termino con un dolor de cabeza, preámbulo del enojo.
Me enfurece pensar que tantos estén convencidos del poder mágico de una "reforma educativa" que difícilmente responderá a los retos urgentes de nuestros niños y adolescentes. Me enfurece porque yo, como este maestro, también quiero un cambio, tengo un firme compromiso con México y quiero que el día de mañana mis hijos tengan una educación de calidad. Me pregunto, ¿este maestro conoce a cabalidad el contenido de la "reforma"? ¿Se da cuenta que se trata de una "reforma" edulcorada, que responde solo en apariencia a las grandes demandas de nuestra sociedad pues carece de las estructuras necesarias para dar resultados?
Lo he dicho una y mil veces: no me opongo a la "reforma". Simplemente lamento que no contemos con la reforma que necesitamos y me enoja que nos hagan creer que hemos encontrado el camino, cuando ni siquiera tenemos claro el destino del viaje.
En estos días estará de moda —otra vez— hablar de educación. Los resultados generales de PISA nos convertirán a todos en expertos en la materia por un rato. Pocos irán a revisar completo el Informe PISA 2012 —son 4 volúmenes, de los cuales ya descargué 3 que suman 1,400 páginas. Pero bastaría con una lectura crítica del documento de revisión general, acompañado del informe Education at a Glance 2013 (otros 400 folios) de la propia OCDE, para comprender la complejidad de la criatura con la que estamos lidiando y la urgencia de ponernos todos manos a la obra, porque en esto nos jugamos el presente y el futuro del país.
Me dirán algunos que critique menos y proponga más. Y les respondo que eso hago todos los días en mi trinchera. Una trinchera que quisiera a veces ampliar y es quizá por eso que me invade este impulso desesperado por compartir estos razonamientos en estos medios que pueden llegar más allá de mi escuela. Comparto mi crítica porque pienso que solo es posible dar el siguiente paso asumiendo primero una actitud así, dispuesta a desmontar el discurso fácil que —algunos de mala fe y otros con una dolorosa ingenuidad— nos intentan vender a diario.
martes, 5 de noviembre de 2013
En busca de cambios radicales
Hace un rato me lleve una sorpresa al descubrir que en la portada de la revista WIRED (especializada en cuestiones de tecnología y ciencia, sobre todo ligadas a la informática), aparece una niña tamaulipeca, Paloma Noyola. Lo impresionante no es solo que sea una niña mexicana de 12 años, sino la frase que titula la revista.
En realidad, el talento de Paloma y la visión de su maestro, sirven al autor del artículo para plantear una reflexión que va mucho más allá de estos dos personajes: "How a Radical New Teaching Method Could Unleash a Generation of Geniuses", o "Cómo un radicalmente nuevo método de enseñanza podría desencadenar una generación de genios".
El artículo es extenso pero vale mucho la pena para pensar en la urgente necesidad de transformar las escuelas. (Una necesidad que, como bien se hace notar en el artículo, no es cosa nueva, sino que lleva años en la agenda de nuestros asuntos pendientes.)
Creo que la lectura del texto vale la pena para contrastar con nuestras propias experiencias como maestros. Algunas de las preguntas que yo me hago y que pongo sobre la mesa: ¿Cuáles serían ejemplos de cambios radicales a nuestro alcance? ¿Cómo podemos generar cambios radicales desde nuestras aulas?
lunes, 14 de octubre de 2013
Usos de Twitter en educación
Una infografía que ya tiene varios meses en mi correo, pero que sigue resultando relevante. Cortesía de los amigos de Alianzas Educativas.
jueves, 26 de septiembre de 2013
Video: "La reforma educativa ¿y las escuelas?"
Si de veras le interesa a alguno por acá comprender mejor la complejidad del problema educativo en México y valorar con más argumentos las reformas que se están presentando en la materia, le recomiendo ampliamente este programa. Creo que encontrarán un buen análisis sobre las posibilidades y limitaciones de esto que hoy nos anuncian como la reforma que llevará al país "al lugar que se merece". Comulgo especialmente con la exposición de Ricardo Raphael, a mi juicio uno de los mejores conocedores de la materia.
Programa Tejemaneje, de Terra TV México. Participan: David Calderón y Ricardo Raphael. Conducen: Fernando del Collado y Mario Gutiérrez Vega.
Programa Tejemaneje, de Terra TV México. Participan: David Calderón y Ricardo Raphael. Conducen: Fernando del Collado y Mario Gutiérrez Vega.
Lo malo no es que una conductora de televisión se desgañite intentando defender lo indefendible. Lo preocupante es que esa persona conduzca uno de los programas más vistos en nuestro país y que, para tragedia de todos, tenga razón cuando vocifera que la gente la reconocería antes y con más esperanza que a una periodista, más allá de las simpatías o fobias ideológicas que ésta pueda provocar. Sueño el día en que el repudio a semejantes programas sea general y nuestros medios lleven contenidos más constructivos, que nos humanicen.
Sueño y, desde mi trinchera, trabajo por ese sueño.
#OtroMéxicoEsPosible
martes, 17 de septiembre de 2013
Reformar la Educación (II)
Las trampas de la calidad
Las divisiones sociales que ha subrayado la coincidencia de manifestaciones de maestros de diferentes lugares del país ante la reforma educativa, con la presentación de una propuesta para eliminar la exención de IVA a la educación privada, han desatado todo tipo de debates. Uno de ellos gira en torno a la calidad de la educación.
Muchos de quienes envían a sus hijos a escuelas particulares, declaran que una de sus principales motivos para esta decisión es buscar una "mejor calidad educativa". Al margen de las estadísticas que citaba en la entrada anterior acerca de la población que asiste a escuelas oficiales y privadas, resulta interesante que sean familias de ingresos menores a diez mil pesos o familias que perciben 5 o 10 veces más, el argumento de la calidad siempre está presente.
Sin embargo, mediciones nacionales e internacionales sobre logro escolar, reflejan que esa diferencia en calidad es muy relativa. En el caso de escuelas con colegiaturas accesibles para la mayor parte de la clase media, ese diferencial es casi nulo. No obstante, las familias que envían a estos colegios a sus hijos no esperan que sus críos egresen siendo unas lumbreras: esperan del colegio instalaciones limpias y suficientes para la puesta en práctica de planes y programas. (Recuerdo cómo un amigo me relataba el número de colegios privados con bajas colegiaturas que surgieron en Oaxaca en los días de una de las más severas crisis magisteriales que dejaron sin clases a los niños durante meses.)
En las escuelas más caras, a las que asisten los hijos de las familias de mayores ingresos, las diferencias entre niveles de logro pueden ser razonablemente mayores en evaluaciones nacionales, pero muchas de las mediciones internacionales que miden aspectos más complejos del aprendizaje, no coinciden en ese amplio margen y, en todo caso, lo explican más por factores ajenos a las escuelas en sí mismas, como son la calidad de vida y el entorno social donde los chicos se desarrollan.
El argumento de la calidad, pues, parece más asociado a condiciones de infraestructura que a niveles de logro efectivos, traducibles en aprendizajes significativos.
Otra vuelta el dinero
Nos guste o no, el mundo no funciona sin dinero. A los románticos idealistas nos encantaría que esto no fuera así, pero la realidad se nos impone todos los días recordándonos que con dinero baila el perro. Mientras no encontremos un nuevo paradigma, nos inclinemos a la izquierda o a la derecha, el dinero es fundamental para operar cualquier estructura, incluido el sistema educativo.
México invierte un razonable porcentaje de su Producto Interno Bruto a educación, al menos si lo calificamos a la luz de lo que invierten los países desarrollados. Si tomamos como referente a la OCDE, estamos rozando la media de los países miembros: 6.2% contra 6.3%. Invertimos proporcionalmente más que Australia o Suiza. Si nos concentramos en el porcentaje de PIB orientado a niveles de Primaria, Secundaria y Media Superior, estamos ligeramente arriba de Canadá y al mismo nivel que Estados Unidos.
Estos números —que nos son nuevos y que poco sorprenderán a los que conocen de política educativa— muestran que el problema de México no es la cantidad de recursos, aunque a nadie caería más superar esos niveles de inversión. El problema está en la asignación y el uso que se da a los recursos. ¿Por qué nuestras escuelas públicas se encuentran en tan mal estado? ¿Por qué en muchas comunidades del País los niños tienen que llevar sus propias sillas para tomar clase? ¿Por qué las famosas cuotas en las escuelas resultan tan necesarias? Ojalá fuera todo parte de una estrategia para involucrar a las familias con la vida de la escuela. La cruda realidad es que la infraestructura, condición fundamental para hacer de un plantel escolar en un ambiente propicio para el aprendizaje, está en franco deterioro.
Es ahí donde el Estado responsabiliza —no sin cierta dosis de razón— al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Nos dicen que el problema es que el dinero se queda atorado en burocracia que no está frente a grupo, que el dinero se reparte a discreción de los líderes. Posiblemente llevan razón quien señala eso. No me extiendo mucho en este renglón, pues parte de mis razonamientos coinciden con los expuestos en estos días por Ricardo Raphael —quien sabe más que yo y cuya elocuencia me rebasa— en su artículo "CNTE en soledad". En ese mismo artículo, el analista apunta una de las claves centrales, al menos en mi juicio, de la crisis educativa y de la insuficiencia de las reformas recién promulgadas: ¿cómo enfrentar el problema si no es desde la formación y profesionalización del maestro?
Nadie da lo que no tiene
Esta sentencia parece una obviedad, pero en el caso que nos ocupa me parece una luz muy poderosa. Ante un sistema educativo en crisis, no solo de recursos sino —sobre todo— de visión y de identidad, es natural buscar la solución en la renovación de profesorado. Suena muy bien, el asunto es, encontrar el cómo.
La flamante Ley General de Servicio Profesional Docente se perfila en una dirección que a muchos nos parece correcta: necesitamos que los maestros sean los mejores mexicanos. Así han hecho muchos países que han logrado transformarse en unas cuantas décadas. Un concurso de oposición como medio de ingreso al magisterio es esencial y muchos se preguntarán cómo es posible que tal cosa no existiera antes. Dejando de lado el complicado asunto del diseño de las evaluaciones más pertinentes, ¿cómo haremos para que sean los mejores mexicanos los que concursen por esas plazas?
Nadie da lo que no tiene. Esperar que los egresados de las licenciaturas en educación Preescolar, Primaria y Secundaria salgan listos para ese examen implica una revolución en esos semilleros, cuestión que no se ve por ningún lado en las reformas presentadas y aprobadas en tiempos recientes. Muchos critican a los maestros que "reprueban" los exámenes que se les aplican y pocos se detienen a pensar qué les están preguntando y si los elementos con los que han sido formados son realmente pertinentes y suficientes para dichas evaluaciones.
Es una realidad: tenemos un magisterio con inmensas carencias. Sin embargo, contra lo que nos han querido hacer creer algunos, esas carencias no son producto de la holgazanería o de la falta se sentido de superación. No es que esas maestras y maestros sean unos flojos o que no tengan ganas de aprender. Simplemente han sido formados en ese mismo sistema que hoy sabemos es urgente poner de cabeza para lograr resultados diferentes.
Por eso, al margen de los intereses sindicales que sin duda vulneran las reformas, el problema de fondo es encontrar los mecanismos que ayuden a profesionalizar a los maestros que hoy tenemos. Hallar caminos para dotarles de las herramientas que les permitan formar mejor a nuestros niños. Una labor de titanes que no se ve claro esté en la mira de nuestras autoridades educativas.
En estos días se ha dado un fabuloso golpe mediático para asegurarnos que la reforma educativa nos llevará "al lugar que merecemos". Me preocupa la noción de merecimiento que tenga nuestro gobierno. Me preocupa que hoy tantos hagan propias las frases de los spots que legitiman la reforma y crean que una serie de evaluaciones serán suficientes para cambiar las cosas. Por supuesto que la evaluación es necesaria, pero nunca será suficiente, pues sus resultados pueden usarse para cualquier cosa y también para su contraria.
Reformar la educación
A lo largo de quince años que he dedicado hasta hoy a la educación, he conocido muchos maestros tanto de escuelas oficiales como de colegios privados. Me he topado con muchos oportunistas y otros tantos que están en las aulas a falta de lago mejor, según sus propias palabras. Unos y otros son los menos. En los más de los casos, he encontrado que se trata de gente con ganas de hacer de sus comunidades mejores lugares para vivir, hombres y mujeres con intención de ofrecer a sus niños lo necesario para que sean gente de bien. Sin duda, casi todos con muchas y muy grandes dificultades.
En los últimos años he sido profesor de posgrado de muchas maestras y maestros que buscan superarse y a través de ese crecimiento ayudar más y mejor a sus niños. Hablo de docentes que trabajan en escuelas oficiales —esas que atienden a la mayoría de los niños del País, aunque a muchos les cueste trabajo entenderlo—, tanto en contextos urbanos como rurales. Confieso que muchas veces al iniciar un curso, al ver sus primeros trabajos, me pregunto cómo es que tienen un título de licenciatura y cometen tantos errores ortográficos o son incapaces de estructurar un texto con la coherencia que yo buscaría en una persona con su nivel de estudios. No he tardado en comprender que no puedo pedir peras al olmo y he aprendido que me toca ayudarles a descubrir ellos mismos el fruto que cada uno esté llamado a regalar.
Reformar la educación en serio exige muchas cosas, pero hay dos que encuentro indispensables. La primera: dignificar la labor del maestro, lo cual implica para el México de hoy, entre otras cosas, orientar la energía en la profesionalización del magisterio que hoy está frente a grupo. La segunda, es mucho más complicada todavía: establecer un nuevo pacto entre escuela y familia. Parece elemental, sin embargo las desviaciones históricas que han marcado la historia de nuestras escuela obligan hoy a revisar ese pacto y establecer nuevas definiciones sobre la tarea que comparten las familias con las escuelas.
La tarea de profesionalizar al magisterio tiene que ser respaldada por una clara política de Estado. En cambio, el establecimiento de un nuevo pacto social en torno al papel de la escuela, difícilmente podría decretarse con reformas constitucionales; dependerá de una revolución profunda de nuestras conciencias en torno al papel que juega cada uno de nosotros en la construcción del futuro.
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jueves, 12 de septiembre de 2013
Reformar la Educación (I)
Lo que más me duele de las diversas reformas "estructurales" que se han venido anunciando y discutiendo en los meses recientes, es la división social que están consiguiendo. Como si el tejido social de nuestro País no estuviese suficientemente lastimado, el modo en que se están presentando los debates de ciertos temas han venido acentuando una dolorosa división de clases. Los pobres, los ricos y los clase media que no terminan de entender si están a un paso de unirse a los de abajo o de acceder finalmente al terruño de los de arriba.
La peculiar combinación de una reforma educativa que tiene en las calles a tantos manifestantes, con una reforma hacendaria que lastima intereses —y bolsillos— de una parte importante de la clase media, ha sacado a relucir un inusual debate público en torno a la escuela oficial y la educación que está en manos de los particulares. Para tristeza de muchos —entre los que me cuento— el debate no está enfocándose precisamente a cómo hacerlas mejores a ambas, sino que ha desatado cuestionamientos y reclamos mutuos, desde perspectivas las más de las veces egoístas, poco solidarias.
En estas líneas intento aprovechar que el debate se ha colado en la escena para reflexionar sobre la problemática de la educación en sus conjunto, admitiendo que mi experiencia profesional —y de vida— me permite hablar quizá con mayor conocimiento de causa de la escuela privada, aunque la pública en modo alguno me es ajena. Las ideas son muchas y trataré de exponerlas en dos partes.
En esta primera entrega, exploro primero el contexto general donde ubico el problema e intento después un acercamiento inicial al asunto del dinero.
Un problema de números
Reducir el problema de la educación a unos cuantos números es peligroso. Como en cualquier otro ámbito, el uso de indicadores para explicar la realidad o la complejidad de un problema, es siempre arriesgado y nos deja ante la posibilidad de decir lo que queramos. Según se mire, un indicador puede ayudar a una persona a defender cierta decisión mientras el mismo dato en manos de su oponente se traduciría exactamente en lo contrario.
Pese a ello, podemos admitir que con un poco de esfuerzo y apertura mental, uno puede lograr interpretaciones más legítimas que otras. Eso he intentado hacer desde el domingo que se publicó el Paquete Económico 2014: entender con base en los números presentados por el gobierno, cómo se pueden justificar ciertas propuestas. Leamos el siguiente ejemplo, del apartado donde se explica la decisión de gravar con IVA los servicios de enseñanza:
Para avanzar en el objetivo de que la incidencia del pago de impuestos se concentre en los hogares de mayores ingresos, se propone a esa Soberanía eliminar la exención en el IVA a los servicios de educación. Esta medida se plantea considerando que el 39% del gasto corriente monetario en educación de los hogares se concentra en el 10% de los hogares de mayores ingresos, mientras que sólo 1.5% corresponde al 10% de los hogares de menores ingresos.
Con esta medida se amplía la base del IVA, ya que actualmente la prestación de estos servicios está exenta y se logra mejorar la progresividad del sistema impositivo, así como contar con mayores recursos para programas de gasto público directo en favor de la población de menores ingresos.
Al final me he dado por vencido en varios casos, pues resulta evidente que los datos propuestos —al menos en el par de temas que personal y profesionalmente más me interesaban— son parciales y bastante confusos.
De acuerdo con las estadísticas de la Secretaría de Educación Pública y del INEGI, si medimos por número de alumnos atendidos, la educación de sostenimiento privado representa alrededor de un 12 por ciento del total del país, considerando todos los niveles (básica, media superior, superior). Si centramos la mirada en educación básica (preescolar, primaria y secundaria) el porcentaje disminuye ligeramente, para rondar el 10 por ciento.
La proporción, sin embargo, no es consistente en todo el país. En el Distrito Federal, por ejemplo, se concentra un mayor número de escuelas particulares, a grado tal que éstas atienden a poco más del 20 por ciento de los alumnos de nivel Primaria. Por el contrario, en entidades como Oaxaca y Chiapas, la educación privada representa cuando mucho un 2 por ciento.
Hablando de números, resulta interesante explorar el costo de la educación privada en el País. A lo largo y ancho del territorio nacional, es amplísima la gama de colegiaturas que cobran las instituciones, desde el Preescolar hasta el nivel de Posgrado. Uno puede pagar un programa completo de doctorado a menor costo que un par de meses de colegiatura de Primaria en ciertos colegios de la Ciudad de México.
Lamentablemente no tengo a la mano fuentes que me permitan afirmar con certeza cuál es el costo promedio de una colegiatura de Primaria o Secundaria en una escuela privada, pero lo cierto es que la media no es el mejor indicador para estos casos, siendo que en la Sierra Tarahumara operan escuelas sostenidas con recursos privados que cobran cuotas casi simbólicas a sus alumnos, mientras que algunos pagan por un ciclo escolar de preescolar más de lo que ciertos chicos pagarán por toda su educación universitaria.
Así pues, parece claro que hablar de "las escuelas particulares" de México, como si se tratase de un conjunto relativamente homogéneo, resulta poco sensato, por no decir absurdo o ridículo.
"Vamos a poner una escuela"
No sé cuántas veces he escuchado esa propuesta de boca de familiares, amigos y desconocidos, pues hace tiempo que dejé de llevar la cuenta. Prácticamente todos los que me lo han sugerido o insinuado, se apoyan en una premisa que consideran inapelable: una escuela es muy buen negocio.
Negar que muchas escuelas son negocio —y algunas un negocio muy bueno—, sería mentir. Como también sería falso decir que todas nacen con un fin de lucro y todas buscan enriquecer a sus fundadores. También sería injusto negar que muchas de esas escuelas están aportando algo a la sociedad, supliendo en muchos casos una obligación que el Estado solo no es hoy capaz de cumplir.
Poner una escuela, como sugieren muchos, puede entonces ser buen negocio, pero está lejos de ser el más fácil. Si de hacer dinero se trata, muchos predios que hoy ocupan escuelas, serían más redituables para sus dueños si pusieran un estacionamiento o una plaza comercial.
Quizá el asunto no debería estar en discutir la legitimidad de la educación como un modo de subsistencia o incluso de generación de riqueza. El asunto es mucho más complicado que eso. La tragedia de la escuela privada tiene mucho más que ver con la visión de mundo y el nivel de compromiso social que se inculca a los pupilos en las aulas. Claro: no niego que si ese compromiso existiera y las acciones de la escuela hicieran eco de ello con congruencia, muchas escuelas estarían obligadas a reducir los márgenes de utilidad con los que operan.
De esta cuestión del dinero quisiera partir en una segunda entrega para explorar algunas ideas en torno a la calidad de la educación en ambos modelos —el público y el privado— y finalmente tratar de llamar a la urgente necesidad de vincularlos y hacerlos corresponsables.
Continúa en: Reformar la Educación (II)
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martes, 16 de abril de 2013
¿Que un examen (o la escuela) decida tu destino?
En unos cuantos minutos, las voces detrás de la voz de este chico sintetizan bien una dimensión del problema educativo que enfrentamos hoy. Cada vez circulan con más intensidad estas ideas que rechazan la escuela pero se declaran en favor de la educación. Ya varios filósofos han explorado la cuestión, con poco éxito en el escenario global, pero sembrando interrogantes en algunos educadores. Escuela y exámenes ciertamente dominan hoy parte del discurso en una antinomia que pocos parecen identificar, pues promueven el desarrollo del individuo a partir de una estandarización poco racional. No digo que comparta por completo lo que se afirma en este video, pero reconozco que se suma a mis reflexiones y me obliga a cuestionar con mayor dureza lo que estamos haciendo hoy en las escuelas. ¿Se entiende porque con tanta frecuencia despierto convencido de la urgente necesidad de derribarlas?
jueves, 4 de abril de 2013
La educación está de moda
La expresión exige matices, sin duda. En cierta manera, en la agenda política de cualquier gobierno, el tema educativo ha sido, es y será sin duda uno de los favoritos. Reconocer el valor de la educación genera consensos en cualquier lado, al menos en principio. Naturalmente las diferencias se dan en la manera de enfrentar el tema, pero en términos generales, hablar de la necesidad de mejorar la educación, es inevitable y ayuda a ganar algunos aplausos. O, ¿acaso alguien podría salir a decir que la educación no es un tema importante o que no merece un lugar prioritario en la agenda pública?
Sin embargo, hoy la presencia del tema es peculiarmente destacada. La administración de Peña Nieto ha convertido a la educación en una de sus banderas fundamentales —aprovechando, por supuesto, el terreno que le prepararon durante varios meses algunos medios y grupos empresariales, fortaleciendo en la opinión pública las principales evidencias de nuestro fracaso educativo—. No pretendo en modo alguno insinuar que sea inmerecido el lugar que está dándose a la educación en este momento. Por el contrario, reconozco que esta coyuntura debería servirnos para pensar el tema en serio, y no permanecer pasivos ante lo que puede ser un momento determinante para el futuro próximo de nuestro sistema educativo.
Quizá por eso me enfurece la banalidad con la que se está tratando hoy el tema, a grado tal que la propaganda oficial celebre que a cien días de gobierno "ya has visto avances en educación". Lo más triste es que si el anuncio lo dice, millones lo creen. Mucha gente piensa que se ha dado ya una "reforma educativa" en México, cuando apenas hemos dado el paso de hacer algunas modificaciones al artículo tercero constitucional. Minucias de la semántica, dirán algunos, pero en esas minucias nos jugamos el futuro: no hemos comenzado a discutir con seriedad las reformas a las leyes secundarias, pero nos aseguran que las cosas ya han cambiado.
Acusar y detener a Elba Esther Gordillo, ¿es una señal de que el sistema educativo mexicano ha iniciado una transformación de fondo para mejorar? ¿Es una señal real de que el Gobierno Federal combatirá la corrupción hasta las últimas consecuencias? Para cualquiera que dedique una dosis extra de neuronas a reflexionar el asunto, es evidente que ninguna de las dos cosas se deriva de la celebrada detención. Cierto: se generan condiciones para realizar cambios. Lo que sigue es actuar en consecuencia.
Al día de hoy, no está claro por dónde se pretende aterrizar el nuevo mandato constitucional de la evaluación universal de maestros. En un discurso pletórico de lugares comunes, el Presidente de la República afirmó ayer en Veracruz, por enésima vez, que "llevaremos adelante la transformación educativa que exigen y merecen los mexicanos". Nuestro futuro, aseguró, "depende de lograr una educación de calidad para todos: que sea incluyente, integral, pertinente y relevante". ¿Alguien en su sano juicio lo duda? Y, sin embargo, ¿compartimos una visión nacional de lo que significa cada uno de esos adjetivos que damos a la "educación de calidad"?
La evaluación de maestros es a todas luces uno de los temas que ha desatado las reacciones más ruidosas. Y mientras líderes sindicales negocian —algunos por la buena, otros por la mala— las implicaciones de lo que se ha dado en llamar la "evaluación con consecuencias", poco se ha dicho sobre el problema de fondo: ¿cómo garantizar la formación adecuada de los docentes y asegurar la cobertura de la demanda? Es un problema de aritmética fundamental que, a mi juicio, no ha sido suficientemente discutido.
Pero, claro, ¿por qué perder tiempo escarbando hasta el fondo, cuando ofreciendo computadoras podremos "superar los retos" del país en materia de educación? La licitación publicada en marzo —con el expediente 358218— para comprar 240,000 computadoras portátiles que irían a dar a manos de niños de 5º y 6º de Primaria el próximo ciclo escolar, recoge una serie de fragmentos e ideas al más puro estilo copiar-y-pegar de los estudiantes universitarios, para justificar la brillante idea que, presumen muchos, ayudará al fin a reducir la brecha digital en el país. Claro, no se dice claramente que esta primera etapa beneficiará solo a estudiantes en Colima, Sonora y Tabasco; ya después habrá oportunidad de ir a los detalles, supongo.
No es mi intención descalificar a priori las iniciativas propuestas por las autoridades educativas, pero sí creo que disponemos de evidencias e información suficiente para emitir juicios al respecto. Durante cerca de tres lustros me he dedicado prácticamente por entero a la educación. Conozco muchas escuelas, tanto públicas como privadas, y he tenido oportunidad de conocer en forma directa la experiencia de decenas —quizá cientos— de maestras y maestros en diferentes entidades de la República, en el ámbito urbano y en entornos rurales, trabajando con niños ricos y con niños en condiciones de auténtica marginación. Como muchos de los que leen esto, he visto directamente las condiciones lamentables en que se encuentran muchas escuelas en el país y he sido testigo de la labor comprometida de sus docentes. Quizá por eso lo que veo y escucho en estos días sobre el tema me enfurece tanto.
¿Qué hacer? Dice Enrique Peña que cerca de cien mil mexicanos han aportado ideas en las consultas en línea y en los foros que se realizan para armar el Plan Nacional de Desarrollo. Como si el mentado Plan no estuviera ya listo. Es claro que el camino está trazado, aunque naturalmente existen imponderables que impiden saber cuál será el destino. En esos imponderables, imagino la posibilidad de la denuncia, de generar conciencia más allá de lo que dicten las políticas públicas. Como lo he dicho ante los docentes que he tenido el privilegio de tener como asistentes en algún curso o taller, las verdaderas reformas se construyen desde abajo, y en las aulas tenemos trincheras suficientes para intervenir y transformar. Necesitamos aliados en nuestras comunidades: lograr un contrapeso ante el discurso que pretende convencernos de una ficción que, lejos de mejorar las cosas, podría conducirnos a la ruina.
En mi trinchera más inmediata, tengo mucho trabajo por hacer. Pero nunca ha sido mi afán limitarme a ello. Por eso recupero este espacio, con la intención de generar diálogos, de provocar ideas, de aportar elementos para una valoración más equilibrada de lo que sucede en materia educativa... Con la intención de crear conciencia.
En esas andamos. Para las próximas entradas me propongo algunas reflexiones sobre la evaluación universal de los maestros y ahondar un poco en mi escepticismo ante la propuesta de abastecimiento de computadoras portátiles. No descarto, sin embargo, que otros temas se atraviesen en el camino. Entre tanto, procuraré compartir —como en el origen de este espacio—, reseñas de materiales que de pronto se ponen en mi camino.
Sin embargo, hoy la presencia del tema es peculiarmente destacada. La administración de Peña Nieto ha convertido a la educación en una de sus banderas fundamentales —aprovechando, por supuesto, el terreno que le prepararon durante varios meses algunos medios y grupos empresariales, fortaleciendo en la opinión pública las principales evidencias de nuestro fracaso educativo—. No pretendo en modo alguno insinuar que sea inmerecido el lugar que está dándose a la educación en este momento. Por el contrario, reconozco que esta coyuntura debería servirnos para pensar el tema en serio, y no permanecer pasivos ante lo que puede ser un momento determinante para el futuro próximo de nuestro sistema educativo.
Quizá por eso me enfurece la banalidad con la que se está tratando hoy el tema, a grado tal que la propaganda oficial celebre que a cien días de gobierno "ya has visto avances en educación". Lo más triste es que si el anuncio lo dice, millones lo creen. Mucha gente piensa que se ha dado ya una "reforma educativa" en México, cuando apenas hemos dado el paso de hacer algunas modificaciones al artículo tercero constitucional. Minucias de la semántica, dirán algunos, pero en esas minucias nos jugamos el futuro: no hemos comenzado a discutir con seriedad las reformas a las leyes secundarias, pero nos aseguran que las cosas ya han cambiado.
Acusar y detener a Elba Esther Gordillo, ¿es una señal de que el sistema educativo mexicano ha iniciado una transformación de fondo para mejorar? ¿Es una señal real de que el Gobierno Federal combatirá la corrupción hasta las últimas consecuencias? Para cualquiera que dedique una dosis extra de neuronas a reflexionar el asunto, es evidente que ninguna de las dos cosas se deriva de la celebrada detención. Cierto: se generan condiciones para realizar cambios. Lo que sigue es actuar en consecuencia.
Al día de hoy, no está claro por dónde se pretende aterrizar el nuevo mandato constitucional de la evaluación universal de maestros. En un discurso pletórico de lugares comunes, el Presidente de la República afirmó ayer en Veracruz, por enésima vez, que "llevaremos adelante la transformación educativa que exigen y merecen los mexicanos". Nuestro futuro, aseguró, "depende de lograr una educación de calidad para todos: que sea incluyente, integral, pertinente y relevante". ¿Alguien en su sano juicio lo duda? Y, sin embargo, ¿compartimos una visión nacional de lo que significa cada uno de esos adjetivos que damos a la "educación de calidad"?
La evaluación de maestros es a todas luces uno de los temas que ha desatado las reacciones más ruidosas. Y mientras líderes sindicales negocian —algunos por la buena, otros por la mala— las implicaciones de lo que se ha dado en llamar la "evaluación con consecuencias", poco se ha dicho sobre el problema de fondo: ¿cómo garantizar la formación adecuada de los docentes y asegurar la cobertura de la demanda? Es un problema de aritmética fundamental que, a mi juicio, no ha sido suficientemente discutido.
Pero, claro, ¿por qué perder tiempo escarbando hasta el fondo, cuando ofreciendo computadoras podremos "superar los retos" del país en materia de educación? La licitación publicada en marzo —con el expediente 358218— para comprar 240,000 computadoras portátiles que irían a dar a manos de niños de 5º y 6º de Primaria el próximo ciclo escolar, recoge una serie de fragmentos e ideas al más puro estilo copiar-y-pegar de los estudiantes universitarios, para justificar la brillante idea que, presumen muchos, ayudará al fin a reducir la brecha digital en el país. Claro, no se dice claramente que esta primera etapa beneficiará solo a estudiantes en Colima, Sonora y Tabasco; ya después habrá oportunidad de ir a los detalles, supongo.
No es mi intención descalificar a priori las iniciativas propuestas por las autoridades educativas, pero sí creo que disponemos de evidencias e información suficiente para emitir juicios al respecto. Durante cerca de tres lustros me he dedicado prácticamente por entero a la educación. Conozco muchas escuelas, tanto públicas como privadas, y he tenido oportunidad de conocer en forma directa la experiencia de decenas —quizá cientos— de maestras y maestros en diferentes entidades de la República, en el ámbito urbano y en entornos rurales, trabajando con niños ricos y con niños en condiciones de auténtica marginación. Como muchos de los que leen esto, he visto directamente las condiciones lamentables en que se encuentran muchas escuelas en el país y he sido testigo de la labor comprometida de sus docentes. Quizá por eso lo que veo y escucho en estos días sobre el tema me enfurece tanto.
¿Qué hacer? Dice Enrique Peña que cerca de cien mil mexicanos han aportado ideas en las consultas en línea y en los foros que se realizan para armar el Plan Nacional de Desarrollo. Como si el mentado Plan no estuviera ya listo. Es claro que el camino está trazado, aunque naturalmente existen imponderables que impiden saber cuál será el destino. En esos imponderables, imagino la posibilidad de la denuncia, de generar conciencia más allá de lo que dicten las políticas públicas. Como lo he dicho ante los docentes que he tenido el privilegio de tener como asistentes en algún curso o taller, las verdaderas reformas se construyen desde abajo, y en las aulas tenemos trincheras suficientes para intervenir y transformar. Necesitamos aliados en nuestras comunidades: lograr un contrapeso ante el discurso que pretende convencernos de una ficción que, lejos de mejorar las cosas, podría conducirnos a la ruina.
En mi trinchera más inmediata, tengo mucho trabajo por hacer. Pero nunca ha sido mi afán limitarme a ello. Por eso recupero este espacio, con la intención de generar diálogos, de provocar ideas, de aportar elementos para una valoración más equilibrada de lo que sucede en materia educativa... Con la intención de crear conciencia.
En esas andamos. Para las próximas entradas me propongo algunas reflexiones sobre la evaluación universal de los maestros y ahondar un poco en mi escepticismo ante la propuesta de abastecimiento de computadoras portátiles. No descarto, sin embargo, que otros temas se atraviesen en el camino. Entre tanto, procuraré compartir —como en el origen de este espacio—, reseñas de materiales que de pronto se ponen en mi camino.
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viernes, 29 de marzo de 2013
DeFormación Docente: nueva temporada
Explorar mis dudas, poner a prueba mis pocas certezas, fueron algunos de los propósitos que hace poco más de cinco años me llevaron a iniciar DeFormación Docente. El nombre de esta plataforma obedece, naturalmente, a un juego de palabras: el espacio se proponía —se propone, todavía— sumar ideas a mi propio proceso de construcción como educador, admitiendo y aprovechando las deformaciones que han caracterizado mi trayectoria por el mundo de la pedagogía.
Con ese juego de ideas en mente, mantuve vivo este espacio durante varios meses. Sin embargo, cuando el tiempo destinado a la reflexión se redujo y las obligaciones laborales aumentaron, el ritmo de publicación se fue mermando y quedaron solo algunas expresiones esporádicas, circunstanciales.
A pesar del abandono, con frecuencia construyo en mi deformado cerebro algunas ideas que me gustaría compartir con otros maestros. Así fue que hace un tiempo me animé a abrir una cuenta en Twitter para compartir ideas sin tener que comprometerme con la formalidad de una entrada. El experimento no logró cuajar del todo, pues tampoco encontré el tiempo suficiente para las ideas en 140 caracteres. Poco más de medio centenar de seguidores he conseguido articular en esa red, que a ratos intento recuperar.
En las últimas semanas han sido varios incidentes los que me han hecho planear el regreso de este blog; listo algunas: las visitas frecuentes de proveedores que llegan al colegio donde trabajo ofreciendo "nuevas soluciones" que "transformarán" nuestra manera de enseñar y la manera de aprender de los niños; el lanzamiento de una empresa que, echando la casa por la ventana, nos reunió a cientos de directores de escuelas en una presentación que resumen claramente la tragedia de nuestro sistema educativo y su enfermiza relación con el mundo editorial; la lectura de un par de libros que me ha llevado a reformularme ciertas ideas y reforzar otras tantas; la experiencia de vivir procesos educativos poco ordinarios en lo que he llamado el refugio ecológico de mi madre, donde hemos celebrado la vida en oposición a los múltiples procesos destructivos en los que este mundo vive inmerso; la patética difusión de spots en los que el gobierno mexicano celebra que nuestro sistema educativo ha cambiado casi por arte de magia, con la promulgación de una reforma educativa que aún está lejos de dar sus primeros frutos...
En fin, temas sobran. Y lo que no he encontrado es tiempo para pensar en voz alta, como me gusta hacerlo. Pensar en voz alta para contrastar, para encontrar eco pero también para someter a duda lo que pienso. Para generar diálogos.
Esta semana una colega —docente comprometida a la que tuve el gusto de conocer hace un par de años a través de Twitter— incluyó en su blog una referencia a DeFormación Docente, nominándole al Liebster Award 11, uno de esos premios que las comunidades blogueras inventan de pronto formando cadenas que ayudan a la difusión de blogs que no han conseguido un gran alcance, pero que por alguna razón se consideran merecedores de alguna atención. A decir de Sandra, este blog merecería ser contemplado en los radares de algunos de ustedes. No sé si su apreciación sea justa, pero sí sé que su inclusión me ha llevado a plantearme una vez más —quizá ahora más en serio que otras— la necesidad de recuperar este blog. En atención a ello, declaro este receso de primavera el momento perfecto para el resurgimiento, con mayor consistencia, de DeFormación Docente.
Bienvenida y bienvenido aquel que quiera acompañarme.
viernes, 1 de febrero de 2013
Roger Schank en el Encuentro Internacional de Educación - México
Bajo el auspicio de Fundación Telefónica, se realiza el Encuentro Internacional de Educación. El capítulo mexicano arrancó con la conferencia magistral de Roger Schank hablando de por qué debería cambiar la enseñanza, si el aprendizaje no ha cambiado tanto. Me parece un enfoque muy atendible.
Para ver la conferencia de Schank, puede uno ir directamente al minuto 00:32:00, ya que lo anterior son los mensajes de bienvenida de los organizadores. La conferencia va del 00:32:00 al 01:36:00 y de ahí al 02:00:00 está la sesión de preguntas y respuestas, también recomendable.
Video streaming by Ustream
Para ver la conferencia de Schank, puede uno ir directamente al minuto 00:32:00, ya que lo anterior son los mensajes de bienvenida de los organizadores. La conferencia va del 00:32:00 al 01:36:00 y de ahí al 02:00:00 está la sesión de preguntas y respuestas, también recomendable.
Video streaming by Ustream
sábado, 12 de enero de 2013
DeFormación Docente en Ustream
Poco a poco sigo explorando nuevos territorios digitales. Uno de mis viejos pendientes era el tema de la transmisión de video en vivo. La celebración de la XVII Conferencia Taller Internacional de Filosofía para Niños, organizado por el Centro Latinoamericano de Filosofía para Niños, en Chiapas, sirvió de escenario para mi primera intervención en ese ámbito. Unos días antes abrí mi cuenta en Ustream y me puse a hacer mis primeros experimentos, sin saber si en la sede de San Cristóbal de las Casas tendría la infraestructura de red necesaria para la transmisión.
El viernes 4, después de la ponencia inaugural de la Dra. Tere de la Garza, me tocó presentar el trabajo que había enviado para el encuentro. Puse el iPad a transmitir y conseguí hacerlo por casi una hora, hasta que la señal de red falló. Ya no pude recuperar la transmisión, por lo que solo quedó registrado cerca del 90% de mi presentación. Lo que se perdió por completo fueron los 20 o 30 minutos de conversación que tuvimos los asistentes a partir de mi presentación.
En los días siguientes asistí a otras ponencias y pude registrar algunas de ellas. Tuve que cortar mi participación en el encuentro a la mitad del mismo, pues las obligaciones laborales me impedían estar más tiempo en el mágico San Cristóbal. Así, además de mis notas, quedan para la memoria los registros en este nuevo canal de DeFormación Docente en Ustream. Los interesados, son bienvenidos a visitar el material que quedó registrado, así como estar pendientes de futuras transmisiones.
Por lo pronto, durante los próximos días espero dedicar una reflexión a cada ponencia a la que asistí, y compartir aquí mismo el material que corresponda a cada una de ellas.
El viernes 4, después de la ponencia inaugural de la Dra. Tere de la Garza, me tocó presentar el trabajo que había enviado para el encuentro. Puse el iPad a transmitir y conseguí hacerlo por casi una hora, hasta que la señal de red falló. Ya no pude recuperar la transmisión, por lo que solo quedó registrado cerca del 90% de mi presentación. Lo que se perdió por completo fueron los 20 o 30 minutos de conversación que tuvimos los asistentes a partir de mi presentación.
En los días siguientes asistí a otras ponencias y pude registrar algunas de ellas. Tuve que cortar mi participación en el encuentro a la mitad del mismo, pues las obligaciones laborales me impedían estar más tiempo en el mágico San Cristóbal. Así, además de mis notas, quedan para la memoria los registros en este nuevo canal de DeFormación Docente en Ustream. Los interesados, son bienvenidos a visitar el material que quedó registrado, así como estar pendientes de futuras transmisiones.
Por lo pronto, durante los próximos días espero dedicar una reflexión a cada ponencia a la que asistí, y compartir aquí mismo el material que corresponda a cada una de ellas.
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